Thursday, September 16, 2004

Una reunión dominical

Eran como las cuatro de la tarde y la pierna empezó a sonar como siempre hace en esta época del año, era principios de mayo y el calor y la humedad mojaban las conexiones neurales, haciéndola dar espasmos que si no eran revisados pronto reventarían algún motor o alguno de los myomeros que fungían como los músculos de mi modelo RealG 202X. Me paré de mi chichorro, y caminando como si la pierna estuviera dormida me senté en la mesa de la sala viendo por el balcón como unos pisos mas abajo unos niños organizaban la usual caimana de béisbol dominical.

Desconecte el interlace y desencajé la unión de la pierna, luego de ponerla en la mesa le retiré el forro de RealSkin® y abrí el puerto de mantenimiento para desconectar la fuente de poder. Tomé las herramientas que desde mi vuelta de la Guerra descansan permanentemente en la mesa y empecé a revisar y limpiar los contactos. El partido estaba por empezar y cada quien estaba tomando posición mientras marcaban las bases con tiza en el asfalto de la calle.

Entonces sonó el intercomunicador de la puerta.

Antes de la Guerra eso hubiera significado pararme, pero gracias a los implantes del programa de actualización de la Infantería Técnica tengo encajados unos cuanto juguetes que, al menos, hacen mi vida mas fácil. Prendí el emisor infrarrojo y activando la interfaz neural pude ver por la cámara de la entrada que ya habían llegado. Un par de comandes mentales mas tarde la puerta estaba abierta y los sistemas contra intrusos estaban desactivados. Eso me recordó que debía aceitar la montura de la ametralladora después del “incidente” de anoche.

“Hola papá, mira quien vino a verte.”

Ya adentro, reactivé los sistemas anti-intrusos y volviendo a la carne saludé a José quien había traído a Marta, mi nieta.

“¿Cómo está mi nieta?”. Dije mientras me agachaba para darle un abrazo a Marta.
“Bien, ¿qué le pasó a tu pierna?”. Dijo extrañada cuando vio sólo la unión en el muñón de mi pierna, se me había olvidado que ella nunca me había visto sin ella.
“La saqué para arreglarla un poco, estaba fallando”. Dije con una sonrisa esperando que no se asustara por tan extraña situación.
Entonces su padre se le acercó y le dijo: “Al abuelo se le perdió su pierna y tuvimos que ponerle una nueva”. Marta pareció entender la situación y empezó a curiosear la mesa después de subirse a una de mis sillas de plástico blanco.

Entonces empezamos a hablar de cómo era la vida en la nueva arcología Exxon de Paraguaná y cómo Rosa, mi nuera, ascendía sin problemas dentro de la megacorporación. Mientras tanto, ya tenía casi la mitad del trabajo de la pierna hecho, con la vista curiosa de Marta sobre el mas mínimo de mis movimientos, y el partido ya iba por su tercera o cuarta entrada.

“Abuelo, ¿cómo perdiste tu pierna?”, preguntó de repente Marta.

No sabía como contarle algo tan duro como mis historias de la Guerra de Independencia y por un tiempo no se oyó ninguna voz en el cuarto mientras que Marta esperaba expectante una respuesta.

“En la guerra, defendiendo a mi país” dije lo mas patrióticamente posible. “¿Por qué no juegas con el neuromodulador?, me bajé unos juegos nuevos”.

“¿Tienes el último de RoboMon X?, es lo máximo” dijo olvidando por completo su pregunta anterior.

“Si no lo tengo lo bajamos, ¿OK?”, entonces le puse la banda de electrodos y conecté el neuromodulador a la red de datos de la casa. Habiendo salido de aquel aprieto y con Marta jugando algún juego basado seguramente en una serie simstim japonesa de superhéroes, José me preguntó: “Verdad papá, ¿cómo perdiste la pierna?, digo, exactamente”.

Nunca se lo había contado y él nunca había preguntado, al menos no directamente, por lo que le pedí que me trajera una cerveza para refrescarme mientras contaba mi historia, arreglaba mi pierna y veía como un hit entre primera y segunda tría un corredor al home.

“Cuando tu abuela y yo nos venimos de Caracas para Maracaibo la Guerra no había empezado, pero ya la situación estaba empeorando y ya habían encarcelado a los dirigente Generalistas de la época de aquí en lo que era entonces la República Independiente, el Estado Zulia. Entonces los Estados Unidos decidió implementar la fase militar del Plan Colombia después de solucionar la situación en Corea del Norte y el General ya había desconocido la Consulta e intentaba modificar el resultado de las elecciones del estado Zulia.

Entonces sucede lo de la bomba del puente, un grupo de guerrilleros colombianos decide destruir una parte del puente y son descubiertos por la policía regional que, aunque son masacrados por fuego de rifles automáticos, los detienen lo suficiente como para que un reportero, no recuerdo su nombre, grabe a un efectivo muy conocido del ejército acompañando a los guerrilleros y disparando contra la policía. El video recorrió el mundo, y los Estados Unidos y Colombia piden ante la OEA que accione la Carta Democrática Interamericana contra Venezuela, se da la votación y pierden por un voto, el de Argentina. Te preguntarás como diablos Argentina, que todavía dependía de los préstamos del FMI, pudo votar apoyando a Venezuela. Pues la respuesta está en el petróleo, en lo que ahora nuestro petróleo.

“Convenio Americano de Cooperación con los Países del Sur”, así se llamó el tratado por el cual el General le regaló cantidades inimaginables de petróleo a Argentina a cambio de ese voto, una parte lo usaron para autoabastecerse, el resto lo vendieron en el Mercosur. Los Estado Unidos estaban indignados, habiendo conquistado el mundo después de las campañas de Afganistán, Irak, la incursión a Siria, la defensa electrónica de Corea del Sur, y la expansión de Guantánamo, un insignificante país lleno de izquierdistas desfasados les había quitado el control de una organización que habían inventado ellos mismos para controlar lo que siempre habían considerado como su “patio trasero”.

¿Te dije que habían implementado la fase militar del Plan Colombia?

Un grupo de Rangers estaba en la frontera cuando un grupo de las FARC movilizaba prisioneros políticos, estos los siguieron hasta un campamento en territorio venezolano, lo novedoso de esto es que la localización fue verificada por el nuevo sistema de GPS de alta precisión que inventaron los gringos después de la guerra en Irak para guiar misiles tierra-tierra. Pero lo peor no fue que las coordenadas las conociera todo el alto mando militar americano, sino que entre los Rangers comenzó una discusión fuerte, algunos dicen que algunos querían volar el campamento con prisioneros y todo, lo que hizo que fuesen descubiertos y tomados prisioneros.

Al menos por unos días.

A la semana se encuentra un carro en Cali con las cabezas de los Rangers adentro, a los pocos minutos del descubrimiento el carro vuela en pedazos matando unos cuantos periodistas y destruyendo una casa donde funcionaba un puesto de la CIA.”

Tuve que detener el cuento un momento mientras José buscaba otra cerveza, el juego a estaba terminando pero habían parado porque la pelota se había perdido en el techo de una casa vecina que había sido alcanzada hace ya muchos años por el bombardeo aéreo del asedio a Maracaibo, recordé como mi UAV, un HellBee III, tumbó un par de Tucanes del General que sobrevolaban la ciudad de noche.

“Había oído de lo mas prominente, pero de lo de los Rangers no lo había oído” dijo José con cara de extrañeza, “¿Eso fue durante la revuelta de Caracas?.

La revuelta de Caracas, ese fue el fin del movimiento que pudo haber sacado al General del poder, al menos de la Presidencia, pero luego del desconocimiento de la Consulta la gente se volcó a la calle a protestar, fueron hasta el palacio de gobierno y hasta ahí llegaron, ya que el General había movido todos los centros de toma de decisiones a Maracay, un sitio mas seguro donde todavía permanece. Entonces, en vez de masacrar a los protestantes como ya había hecho antes, decidió cercar la ciudad movió todas las instancias del poder público, por eso ahora Caracas es tierra de nadie.

“Si, exactamente”, respondí. “Ya para esa época la Corte Interamericana de Derechos Humanos había dejado de emitir nuevas sentencias contra Venezuela, simplemente copiaban las anteriores y cambiaban los nombres de los muertos o desaparecidos, tenían una forma estándar” dije en forma de chiste.

José no se rió: a veces te comes al oso, a veces el oso te come a ti.

“A ver, entonces los americanos contra-sobornaron a todo el estamento regional de Zulia y desarrollaron la vieja idea de la Independencia Zuliana con el fin de instalar una base militar en la zona y controlar los campos petroleros. Lo que no esperaban es que la idea tuviera tanto éxito y que les unieran tanto Mérida, Táchira, Trujillo y Falcón, esto hizo del plan una monstruo que eventualmente se filtró hasta el General y a la comunidad internacional.

Entonces fue cuando empezó la Guerra.

Primero fue un grupo de Nacionalistas Patrióticos, se llamaban así o algo parecido (eso sí, con patriótico, o revolucionario, o nacionalista en alguna parte), que tomaron la gobernación y casi matan al gobernador. Como ya el plan estaba descubierto, las fuerzas regionales, apoyados por misiles americanos (aunque lo sigan negando), retomaron la gobernación y destruyeron los objetivos mas importantes como las bases de militares de la región que estaban a favor del General.”

“Esa parte me la sé, pero como fue que entrasteis a la Guerra”, preguntó José mientras Marta empezaba permanecía estática en un rincón con los ojos desorbitados y el cuerpo totalmente relajado, gracias al neuroestimulador y sus juegos.

“Mientras tanto”, respondí, “Yo era ingeniero electrónico con especialización en telecomunicaciones, cuando empezó el conflicto llamaron a todos los profesionales a presentarse a defender la Nación Independiente del Catatumbo, así que me presenté en un campamento en la zona norte de Maracaibo, allí un gringo me preguntó si alguna vez había jugado simuladores de vuelo. Siendo de la generación Atari rápidamente me pusieron en un pequeño grupo aparte con médicos, administradores y gente mas joven que yo que estaban en la moda de vestir sus electrodos permanentemente, era una cosa de los jóvenes de la época que vivían jugando simstims en salas de juego.

El gringo nos metió en un transporte VTOL y por algo mas de media hora volamos por el Lago hasta una isla, Los Monjes deduje yo, y en una pequeña tienda nos mostraron nuestro futuro: El HellBee II, el Moth y el StrikeEagle.”

Entonces el partido terminó, habían ganado los sin camisa y celebraban mientras los con camisa les pedían la revancha, el sol se estaba poniendo y no había tiempo para otra partida por lo que cada quien se fue para su casa. José se estaba haciendo un sándwich y yo ya estaba probando como había quedado la reparación. Encendí el emisor de infrarrojos y conecté la interfaz a la red de información pública: dos muertos en un ataque en un puesto fronterizo cerca de San Felipe, hoy el toque de queda empezaba a las 6 PM para toda la población que no laborara en el turno nocturno, y Chevron estaba negociando con el gobierno Catatumbiense la construcción de una arcología en las afueras de Cabimas.

Eran las 5:30.

Cuando José volvió le dije “No vas a volver esta noche a la arcología, hay toque de queda, te quedas aquí con Marta”. José se palideció, la idea de pasar la noche en esta zona no era lo que desearía un padre de familia, los sistemas anti-intrusos no eran de gratis, pero quedarse era mejor que enfrentarse a las Fuerzas de Autodefensa del Catatumbo o, por mala suerte, ser secuestrado por las Fuerzas Restauradoras Patrióticas Grancolombinas. “OK, sólo dime donde dormimos, ¿me decías sobre los UAVs?”.
“Unmanned Aerial Vehicles, aquí los designaron VANTA, Vehículos Automatizados No Tripulados de Ataque, los que yo piloteé, mantuve y programé eran sólo del tipo aéreo, supe de submarinos, carros antitanques y otras configuraciones en las que no estoy en la libertad de hablar”

“¿Cómo las cucarachas?”, preguntó José.

“Peor, mucho peor” respondí.

“Bueno, en mi caso volé HellBees, que eran cazas-bombarderos, y Moths, que eran transportes de suministros, los StrikeEagles se los dieron a los jóvenes expertos ya en volar cazas gracias a años de entrenamiento en salas de juegos simstim. Además, me implantaron la interfaz y el emisor infrarrojo para poder diagnosticar y reparar los equipos, así que después de entregar provisiones en Puerto Cabello y aterrizar el Moth en Riecito, me paraba de mi silla en Los Monjes y revisaba los enlaces satelitales láser.

Ahora, lo de la pierna vino después. Ya meses desde que había empezado la guerra, el escuadrón VANTA era el secreto mas guardado de la Coalición Americana-Catatumbiense. Estábamos listos para evacuar en cualquier momento y proteger los equipos de enlace que era realmente el corazón de la operación. Una noche, mientras revisaba los equipos, vi a mi superior manipulando el tablero de óptica, que manejaba el láser de comunicaciones, le pregunte si algo estaba mal y me apuntó con su pistola, su cara estaba pálida y llena de sudor, tenía en le brazo una cinta roja y negra bastante desgastada que decía “Viva la Revolución”, en ese momento entendí que de mí dependía que se conociera la posición del escuadrón.

El tipo estaba chiflado, de repente comenzó a hablar de la oligarquía, la revolución, el modelo del conuco como base de la seguridad alimentaria y la lucha anti-imperialista. “si señor, era lo único que salía de mi boca mientras me encendí el emisor infrarrojo y me conecté a un Moth que estaba en la pista de la isla. Con dificultad y por instrumentos lo hice despegar y mientras el traidor Generalista hablaba sin parar, logré conducir al aparato de vuelta a la base, hacia mí.

Cuando el Moth se estrelló contra la tienda yo salté lo mas lejos que pude. Obviamente no fue suficiente ya que las aspas del VANTA me cortaron la pierna, pero lo que si sé es que la cara del Generalista fue de sorpresa absoluta cuando vio caer al Moth en su cara a mas de 100 kph.

Lo sé porque la tengo grabada de la transmisión del Moth”, dije como chiste. José no se rió, mas bien estaba con la boca abierta tratando de imaginar como su viejo hizo tal cosa: matar a un ser vivo con premeditación y alevosía.

“Reemplazaron el sistema óptico y mi pierna rápidamente y me dieron la medalla que te di hace unos años. No, no estoy orgulloso de hacer lo que hice. Obviamente hubiera preferido no tener que hacerlo, pero era él o todo el escuadrón y posiblemente todo el movimiento, por eso lo hice”.

Mientras José todavía me veía con asombro, Marta terminaba de jugar y se estaba quitando los electrodos, yo buscaba algo de comer en la cocina y el sistema anti-intrusos activaba la ametralladora, habían empezado temprano, iba a ser una noche larga.

Recuperación Apolítica

Cuando me bajé de la ambulancia supe inmediatamente que el trabajo no iba a ser fácil, algo en la fachada del edificio, o en la falta de ella, me indicaba que de este trabajo no iba a salir ileso por lo que tomé la escopeta automática y me puse el chaleco antibalas. Mientras José se preparaba con el equipo paralizador los paramédicos bajaron por la puerta trasera de la ambulancia, sus caras palidecieron al verme por primera vez armado con la escopeta y el chaleco, por lo que con mucho cuidado trataban de colocarse detrás de mi al entrar al edificio.

El edificio era realmente viejo, debería tener ya casi un siglo. Era el típico edificio de la post-dictadura construido por inmigrantes italianos que trataban de imitar el canon “europeo” de la época, líneas de aluminio y eclipses trataban de darle al edificio una imagen moderna, pero años de desidia y las constantes bombas de la guerrilla durante la guerra Gran Colombina apenas si le dejo fachada al edificio. Despacho indicaba que nuestro objetivo estaba en el cuarto piso y que si era posible que lo recuperáramos con vida.

Los implantes se dañaban menos.

Cuando José estuvo listo con la pinza y los dardos di la orden de entrar. Con cuidado me acerqué a la entrada, no sólo nuestro objetivo era peligroso, sino no teníamos ni idea de que tipos de sujetos habrían tomado este edificio. No es que la zona fuera especialmente mala, pero no quedó mucho de Altamira al final de la guerra, las fuerzas independentistas se refugiaron en esta zona y obviamente los Gran Colombinos le lanzaron todo lo que les quedaba luego de haber “liberado” Colombia y Ecuador, además parece que era una especie de símbolo por alguna razón que nunca he podido conocer. En el fondo se oía alguno de los discursos del General que era difundido por la “red pública de difusión urbana del mensaje Gran Colombino”, creo que seguía criticando el embargo internacional y prometía que se estaban planeando los nuevos programas sociales que acabarían con la pobreza en la Republica,

otra vez.

En el descanso del primer piso un graffiti me confirmó mis sospechas, una bandera de tres colores estaba pintada en la pared. Eso sólo podía significar una cosa: que en el edificio existía alguien tan valiente o tan estúpido como para seguir con la idea de un Departamento Bolívar independiente. Revisé el comunicador y le pedí a Despacho una térmica del edificio, me lo descontarán del sueldo pero prefiero ganar menos en este trabajo a que mi hija cobre mi seguro de vida.

Downloading.....

Detrás de mi una puerta se abrió, la cara de una mujer vestida con el atuendo de alguno de los grupos evangélicos que operan en la zona (bata unicolor y zapatillas PASEO) pasó de apacible a “deer in headlights” en un segundo al apuntarle con la escopeta. Con mucho cuidado puse mi dedo índice en frente de mi boca haciendo el signo de silencio y cuando asintió dejé de apuntarle y la mujer bajó las escaleras apresuradamente. De nuevo el sonido de goteras y un discurso del General en el fondo llenó por completo el pasillo, ahora hablaba sobre crear cooperativas para criar algas, o algo así.

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No gracias.

La térmica daba alrededor de tres personas en el cuarto piso y unas cinco personas mas en le resto del edificio aparte de nosotros. Me volví hacia el resto del grupo y vi como uno de los paramédicos asentía ante cada nueva promesa del discurso del General. Con señales de manos les indiqué lo que había visto en la termal por lo que Mario y Juan sacaron sus pistolas de emergencia, sólo uno de los paramédicos quedó desarmado. Al reanudar la escalada vimos como el edificio se llenaba de papeles y de equipos de comunicaciones, banderas de la época pre-guerra y adictos al Sim-stim que en un rincón sudaban frío mientras sus ojos desenfocados eran reemplazados por una conexión USB 2.8 en la frente que reemplazaban sus sentidos básicos. Sin vista, oído, gusto, olfato o tacto, los imbéciles babeaban el suelo mientras estaban seguramente en las playas de Estados Unidos del Oeste surfeando con la última estrella porno.

Suena divertido, lastima que te fría el cerebro.

En las escaleras del tercer piso me detuve, saqué mi pequeño espía remoto. Era del tamaño de una cucaracha y tenía patas que se pegaban a la pared, con el control podía manejarlo fácilmente y a través del visor podía ver lo que su cámara captara. Después de unos segundo de inicializar el sistema, la “Cucaracha Macha” estaba lista para reptar por el cuarto piso de aquel edificio. En unos segundos vi como mi la Macha pasaba de un apartamento a otro hasta que en el tercer apartamento nuestro objetivo dormía plácidamente en un sofá de la sala mientras alguien escribía en una computadora algo sobre “Venezuela: el sueño posible”.

Faltaba uno.

Recuperé a la Macha y empecé el conteo: una patada a la puerta y dos disparos mas tarde y nuestro escritor estaba en el piso con una pierna menos por la que preocuparse. Nuestro objetivo intenta pararse pero José lo neutraliza con un par de dardos. En un par de segundos lo paramédicos empiezan su trabajo.

Faltaba uno.

En la pantalla del computador estaba lo que parecía ser un manifiesto político sobre la independencia del Departamento Bolívar y en el piso su escritor gritaba sin cesar mientras los paramédicos liberaban los nanitos que le unirían la pierna de nuevo a su cuerpo.

“¡Traidores, Vende patrias, Venezuela libre!”

Luego de un culatazo de la pinza eléctrica ya sus palabras no eran tan fuertes ni tan coherentes por lo que el silencio del discurso del General volvía al edificio, su excelencia hablaba ahora de el “Golpe Tecnológico” y de cómo la Gran Colombia lo había derrotado. De los tecnológicos creo que este era el tercero que había derrotado, antes había sido un golpe ganadero, uno educativo y uno indígena.

El sonido de José cayendo al piso me hizo volverme hacia la puerta, vi como desde la entrada al apartamento un niño vestido con una gorra negra con estrellas en forma de arco disparaba con una Uzi III© despedazándole un brazo a mi compañero mientras los paramédicos buscaban en el piso sus pistolas de emergencia. Giré en el piso y con mi escopeta disparé hacia la entrada, cuando los disparos cesaron no tuve el valor de ver el resultado de mi ráfaga de disparos de balas razas. Por Dios, era sólo un niño.

“¿Contento?”, preguntó el escritor que se recuperaba de la descarga.
“Él disparó primero”, dije mientras al mismo tiempo lamentaba haber empezado algún tipo de conversación.
“Maldito Generalista, ¿no recuerdas lo que era vivir en libertad?, sin nadie que te dijera que estudiar, o que ver, o como vestir”, empezó a llorar al ver la cantidad de sangre que bañaba el corredor del apartamento.
“¡Él disparó primero!” respondí.
“Si, mi hijo disparó primero” el llanto le impedía seguir, “¡Ojalá te hubiese dado!”.

Los médicos habían terminado de retirar el brazo implantado de Raúl Piñeiro, quien había dejado de pagar sus cuotas de pago por instalación y servicio. Me dieron la señal de listo y les di las instrucciones de evacuar. José podía caminar hasta la ambulancia.

“¡Esclavos del General!, ¡Carroñeros!, ¡Malditos Carroñeros que no les importa sino el dinero!” dijo esta vez mientras trataba de pararse.
“¡Mataste a mi hijo!, ¡¿no recuerdas cuando éramos libres?!”

“Él disparó primero” fue lo único que pude responder mientras bajaba por las escaleras porque en realidad ya no me acordaba como era Venezuela antes de la guerra.